La Caja Mágica no es un lugar que traiga excesivos buenos recuerdos a Garbiñe Muguruza, que antes de hacer entrega del trofeo de campeona a la ganadora de este año en Madrid —al final, la polaca Iga Swiatek—, habla con su habitual expresividad: “¡Buf! Cada vez que venía aquí, no sé qué pasaba, pero, ¡buf!, me ponía supernerviosa, ¡la verdad!”. El caso es que esta ocasión es diferente. Ya no es tenista profesional —dejó de serlo oficialmente el 20 de abril, cuando anunció su retirada en el marco de los Premios Laureus después de un paréntesis voluntario de un año— y disfruta felizmente de la nueva vida junto a su pareja, Arthur, que le acompaña en la visita al barrio de San Fermín. Sonríe Garbi, saborea la decisión. Saber irse, qué importante. Mejor ahora, a los 30 años y sin resquemores, en paz consigo misma, que tarde y mal. Atrás queda ya la raqueta y asoman nuevos proyectos, aunque de una forma u otra, estará siempre ligada a su deporte.